Arquitectos: PAAAR Ubicación: Bahía Blanca, Prov. De Buenos Aires, Argentina Construcción: Luciano Landero Año de proyecto: 2007 Año de construcción: 2008-2009 Superficie construida: cubierta 132,50 m2, semicubierta (galería) 29,50 m2 Fotografía: PAAAR
“Tengo un loco e incontenible deseo de asesinar a la belleza” Tristán Tzara
El abordaje de este proyecto como algo “lindo” sería un intento forzoso de acercar a connotaciones positivas una obra que no pretende ser dadivosa. La avidez arquitectónica de “agradar” en un sinnúmero de actos complacientes exprime nuestra mejor y mayor perversión, ya que se escenifica un terreno moldeado melosamente en nombre de la poética, haciendo que el usuario, al no encontrar la forma de relacionarse con el edificio construido, deba adaptarse perfectamente a cada rincón. Esta suerte de mentira altruista tan redundante encuentra su contraindicación, por ejemplo, en tres situaciones dentro de esta vivienda:
La Perturbación, que intenta poner en crisis una sensibilidad adormecida del espectador-usuario dándole lugar al error, lo que genera una interacción que remonta la vida verdadera de (y dentro) la casa.
Los usuarios (una pareja sin hijos) son sometidos al rigor imperfecto de una persona (arquitecto) que impone instrucciones de vida totalmente vulnerables, en tanto que el espectador ocasional (transeúnte en la vía pública, visitante, intruso, etc.) percibe una obra que prácticamente da la espalda al espacio público, negando toda sociabilización directa para concentrarse en la introspección casi absoluta. Esta sentencia dramática genera una relación entre espacio privado y público cercana a cero, asimilando tanto los requerimientos del cliente como la inevitabilidad de los límites tajantes.
La Indiferencia, que propone una multiplicidad de destinos al encierro entre las paredes que deja de lado la intervención arquitectónica y da lugar al azar en la determinación de los espacios.
La indeterminación de cada uno de los siete fotogramas es una autocondicionante que pretende encontrar un conflicto proyectual (el no-diseño), poniendo en crisis nuestras pretensiones y dotando de autonomía al residente en la conformación de su casa. Es el espacio donde el sometimiento arquitectónico encuentra respiro, conformando un telón de fondo que permite articular las piezas en composiciones infinitas.
La Carencia de Belleza, no como algo que con el tiempo de asimilación se convierte nuevamente en algo bello, sino como verdadera forma original y franca de goce estético. Esta especie de perversión puede verse dos veces: entre los arquitectos, en las ventanas anecdóticas que molestan ante la pulcritud (y por eso nos parecen irritablemente interesantes); y entre los vecinos, en la monstruosidad del paredón moldeado.
Ambas cosas funcionan a modo de carnada para provocar sensaciones encontradas, asimilando la contradicción como un hecho fortuito.
Creemos que si existe algún vestigio de vocación de servicio en la arquitectura se encuentra en el juicio nulo de “corrección” que podremos hacer con respecto a una obra, ya que el arte, la arquitectura, el hombre y sus manifestaciones del presente dan mucho más que para eso.
Está más allá de nosotros cuestionar cada una de estas tres acciones, ya que es inevitable que encarnen la vida cotidiana afectando nuestra sensibilidad para poder, así, acomodarnos al aquí y ahora.